Navidad: acerca de sus significaciones

Cuando la nochebuena se confunda con las campanadas, sirenas y pirotecnia de la medianoche, alzaremos las copas, con saludos y buenos augurios. Una nueva navidad se hará presente.
Para los cristianos es la celebración de un hecho histórico que cambió nuestras vidas: el del inmenso gesto de amor de Dios por la humanidad haciéndose hombre para compartir nuestra existencia.  Lo cual nos lleva a reflexionar acerca de nuestro compromiso y solidaridad con la familia y la comunidad a la que pertenecemos.

Desde entonces las distintas generaciones celebran de múltiples maneras la navidad. Todos los folcklores tienen expresiones típicas que ambientan y recuerdan el espíritu navideño, como pesebres vivientes, villancicos o comidas.

Tradicionalmente la fiesta como acontecimiento social suponía la reunión de la diversidad de actividades al servicio de intereses comunes, compartiendo alegremente lo que se tenía.

En ellas participaba la mayoría del colectivo social, fomentando el encuentro con el otro.

Lo cierto es que se han producido cambios en las costumbres festivas: varias semanas antes se pueden apreciar adornos en las puertas de las casas, decoraciones especiales en los comercios, árboles iluminados por las plazas, programas de televisión y películas  alusivas, papá noel saludando a los niños.

Se vive un alegre clima popular de festejo, de sidra y de pan dulce, representaciones y cantos.

Junto a estas manifestaciones  también fueron transformándose los discursos, en los cuales se acentúa cada vez más la contradicción entre los mensaje s de paz, amor y felicidad para todos, y el estímulo a conductas individualistas, a no compartir con el prójimo, al que se mira con desconfianza y temor.

Con el correr del tiempo en la Argentina las navidades, devinieron en una reunión de pequeños grupos entre los que se destaca la familia nuclear, los compañeros de trabajo o los amigos íntimos.

Todo acto conmemorativo de carácter oficial, independientemente de poseer un carácter solemne o divertido, se transformo en pretexto de huida de la cotidianeidad. Las fiestas no pudieron sustraerse a la “escapada” o el “día sándwich” surgiendo como un intervalo de tiempo en el que, supuestamente alejado de las obligaciones laborales, el individuo se halla facilitado a hacer lo que quiere , aun cuando este anhelo se convierte por lo general en generador de nuevas preocupaciones, ya que se lo debe compatibilizar con los valores ideológicos de lo que se entiende por verdadero descanso ligado a las pautas sociales correspondientes  y al consumo de productos vacacionales impuestos por la moda: vestimenta, viajes, regalos, juegos, etc.

La sociedad actual, que da a conocer sus sugerencias e imperativos pedagógicos no sólo por la familia o el sistema educativo tradicional sino por la importancia de los mensajes mediáticos, adopta una posición ambivalente: por un lado, enuncia que la fiesta es de todos y,  por otro,  invita al consumo donde quienes más poseen se hallarían más cerca de la tan anhelada felicidad, sugiriendo que ésta se halla relacionada más con el “tener” que con el “ser”.

Cualquiera sea nuestra postura frente a la Navidad, cada uno elige su forma de significarla, como por ejemplo:

podemos adherir al individualismo y al consumismo compulsivo,  o mejor, apostar a la renovación del sentido de la vida a partir de un mensaje que centra la existencia en el amor y la convivencia fraternal.

Noche de amor, noche de paz, Jesús nace en un portal,

llena la tierra la paz del Señor, llena las almas la gracia de Dios.

Porque nació el Redentor, porque nació el Redentor.

Esta nota es de diciembre de 2001, fue publicada en Revista Desde Aquí.  Número 44.

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