¿DOLOR QUE SANA O DOLOR QUE DESGASTA?
DESCUBRÍ LA DIFERENCIA Y CÓMO AFECTA TU BIENESTAR
El dolor es parte inevitable de la vida, pero no todos los dolores son iguales. A veces, podemos sentir dolor de manera limpia, aceptando y procesando lo que nos ocurre; otras veces, el dolor puede volverse más complejo, atrapándonos en un ciclo que nos desgasta emocionalmente. En psicología, a estos tipos de dolor se les conoce como “dolor limpio” y “dolor sucio”. ¿Querés saber cuál es la diferencia y cómo impactan en tu vida? Vamos a explorarlo.
¿Qué es el dolor limpio?
El dolor limpio es el que surge de enfrentar una situación difícil, pero inevitable. Es el dolor que sentimos cuando asumimos una pérdida, una decepción, o una situación que no podemos cambiar. Este tipo de dolor, aunque incómodo, tiene una función: nos permite procesar la experiencia y, eventualmente, superarla. Podríamos compararlo con el dolor que sentimos cuando ejercitamos un músculo; es parte del proceso de crecimiento, aunque en el momento se sienta duro.
Ejemplo: Imaginemos que estás en una relación de pareja que, por diferentes motivos, ya no funciona. Decidir terminar la relación sería un ejemplo de dolor limpio. Sentirás tristeza, incomodidad y probablemente un duelo por la separación, pero ese dolor te permitirá seguir adelante y eventualmente sanar.
¿Qué es el dolor sucio?
El dolor sucio, en cambio, es el que generamos al resistirnos a aceptar lo que estamos viviendo. Es un dolor que se mantiene en el tiempo porque intentamos evitar el dolor limpio. Se nutre de pensamientos repetitivos, juicios negativos y el deseo de que las cosas sean distintas. Este tipo de dolor no nos lleva a la sanación, sino que nos estanca.
Ejemplo: Siguiendo con la situación anterior, imaginá que, en lugar de enfrentar el duelo por la separación, decidís continuar en la relación, aunque no estás a gusto. Lo hacés para evitar el dolor que supondría el final, pero en lugar de eso, te encontrás sintiendo frustración, tristeza y malestar por seguir en algo que no te llena. Este es el dolor sucio: es ese malestar que se alarga en el tiempo porque no querés enfrentar el dolor más puro de tomar una decisión difícil.
¿Cómo transformar el dolor sucio en dolor limpio?
El primer paso para transformar el dolor sucio en dolor limpio es reconocerlo. Muchas veces, no nos damos cuenta de que estamos atrapados en un ciclo de malestar prolongado, porque el dolor sucio puede volverse parte de nuestra rutina emocional. Observá si estás evitando una decisión o una situación por miedo a sentir dolor, y si ese dolor que intentás evitar es lo que te está frenando.
Aceptar la incomodidad y la tristeza que viene con el dolor limpio es un acto de valentía. En terapia, trabajamos en reconocer esos momentos donde el malestar se vuelve crónico y ayudamos a las personas a procesar de forma saludable sus emociones. No se trata de evitar el dolor, sino de enfrentarlo con las herramientas adecuadas.
¿Cómo puede ayudarte la terapia?
La terapia te permite entender mejor los mecanismos que hacen que te quedes atrapado/a en el dolor sucio. Trabajar con un/a profesional te ayuda a identificar esos pensamientos y conductas que perpetúan el malestar, y a encontrar formas de procesar las emociones de manera que te permitan avanzar. No importa cuál sea el enfoque terapéutico que elijas, lo importante es que te acompañe en el proceso de hacer más liviano el peso del dolor y te ayude a convertirlo en una experiencia de aprendizaje y crecimiento.
Reflexión final: ¿Dolor o aprendizaje?
El dolor, en su esencia, puede ser un maestro. Nos muestra dónde estamos vulnerables y dónde necesitamos crecer. Al final, no se trata de evitar sentir, sino de aprender a sentir de una forma que nos ayude a avanzar. El dolor limpio es ese que, aunque difícil, nos impulsa hacia una mejor versión de nosotros mismos. El dolor sucio, en cambio, es el que nos deja estancados, sintiendo malestar sin avanzar.
La invitación es a que te animes a preguntarte: ¿qué tipo de dolor estoy sintiendo? Y si te das cuenta de que estás en un ciclo de dolor sucio, considerá que quizás es momento de hacer un cambio, de permitirte sentir el dolor limpio que, aunque incómodo, puede abrir la puerta a un nuevo comienzo.