Un testimonio acerca de los noviazgos adolescentes, donde en nombre del “amor” se controla a la persona, denigrando, aislando, desvalorizando y golpeándola.
Me nombre es Agustina, soy estudiante universitaria, tengo 21 años y resulta increíble que a esta edad tenga una historia tan poco feliz para contar; pero que como en los cuentos, terminó bien. Me identifico como una persona alegre, simpática, honesta, que valora las pequeñas cosas y que sabe cuando las cosas van mal.
Hace 6 años atrás empecé una “Historia de amor” que arrancó como el típico primer amor : una chica de pueblo se enamora de otro chico de pueblo , común, simple, bueno, agradable para los demás, nada raro. Sin embargo, no pasó tanto tiempo para que mostráramos nuestra verdadera forma de ser.
En aquel entonces creía que lo amaba, que él era mis ojos y que vivía para y a través de él. La diferencia de edad, si bien no era tanta (él en su momento tenia 17 y yo 14), influía mucho.
Él ya había vivido muchas cosas que yo todavia no y eso era lo que me hacía hacerle caso hasta en lo más mínimo. Todo venía bien hasta que un día discutimos por celos y me golpeó . Yo no hice nada. A partir de ahí se tornó una costumbre pelearnos y desafiarnos por cualquier cosa sin importancia.
Por mi parte, cada vez que él me hacía algo, volvía a mi casa con mi mejor cara, como si nada hubiera pasado; y jamás se me hubiera ocurrido contarle algo a alguien. Terminé la secundaria y me vine a estudiar a Córdoba.
Él también me siguió con la excusa de que venía a estudiar pero lo único que hacíamos era estar juntos. Pasamos por muchos problemas, hasta que un día yo estaba sola en mi departamento, él llegó y después de una fuerte discusión me pegó y por poco me mata. En ese momento no dudé en denunciarlo y no lo vi por 4 meses. Durante ese tiempo sentí que me moría sin él y que lo quería a pesar de lo que me había hecho.
Aún cuando todos me decían que no debía pensar así y yo sabía que seguir sintiendo amor por él no era lo indicado, no podía sentirme de otra manera, esa era mi forma de amar. Me sentía mal, con desniveles emocionales en los que pasaba del amor al odio en un segundo y estaba desganada conmigo misma, con el estudio. Me peleaba con mi familia y mis amigos por él, todo el tiempo.
Hasta que un día, mi mamá muy preocupada y sobre todo yo, con ganas de no estar más así, decidí ir a la psicóloga y empezar una terapia que me ayudara a salir de ese pozo en el que estaba. Al principio pensaba que nunca nadie me lo iba a poder sacar de la cabeza y nadie me iba a entender de que a pensar de tanta violencia, yo no podía seguir sin él.
De a poco fui entendiendo, sesión tras sesión, que el amor no es eso o no debería serlo, sino de ser felices sin dejar de ser uno mismo y sin dejar que la otra persona tome el control de mi existencia.
Este fin de año me encuentra fuerte, con ganas de vivir, de salir de mi casa, de conocer gente nueva, de tener otras experiencias, de ser yo misma sin ser egoísta y sin mentir; con ganas de buscar mi felicidad aceptando mis límites, sin tener que doblegarme ante nadie. Me di cuenta de muchas cosas que andaban mal y que en su momento no veía o no quería ver. Por algo me habrá tocado vivir todo eso.
Creo que el tiempo ayuda a curar las heridas del corazón, a verlas desde otras perspectivas y reflexionar sobre uno mismo: ¿Qué quiero para mi vida?, ¿Qué estoy dispuesta a ceder o entregar para ello? Hoy me doy cuenta que muchas cosas dependen de mi y que solamente yo soy la que decide mi propio camino. Ahora depende de vos elegir el tuyo. GRACIAS EVANGELINA! 🙂
Agustina
Si te sentís encerrada, como en una trampa, en un círculo vicioso de amor, culpas, odios, arrepentimientos, y otra vez, promesas y amor, culpas, dolor, celos, control, violencia…
Y no ves la salida, Pedí ayuda para encontrarla. Hay una salida. hay salida. hay salida.
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