" Terapias para Padres" – Ex Parejas –

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Psicología Integral en Córdoba

Nota publicada en la Revista “Para Ti “ – 2/05/08
www.parati.com.ar

Cada vez más separados se suman a una nueva tendencia: la de las terapias destinadas a mejorar los vínculos… una vez terminada la pareja. En la mayoría de los casos, los hijos son la causa determinante para que padre y madre se junten a tratar de resolver sus conflictos. La opinión de los especialistas y las claves para que la relación de ex pareja se convierta en un espacio más saludable.

Puede que haya acaloradas charlas que terminen siempre en pelea. O que un silencio helado permita cortar el clima “con cuchillo”. Puede que cada encuentro sea un interminable pase de facturas. O que ni siquiera sea posible que existan los encuentros cara a cara. Puede haber desfile de abogados y mediaciones en tribunales, sin llegar jamás a un acuerdo. O peor aún: puede tironearse de los hijos hasta casi cortarlos al medio. Lo cierto es que, después de un divorcio, los ex pueden desplegar una guerra permanente y con artillería pesada. O bien pueden elegir no hacerlo y llevar su vínculo a una terapia de (ex) pareja.
Así como desde hace años las parejas en conflicto acercan sus problemas conyugales al diván, hoy los ex marcan una nueva tendencia: muchos separados deciden que lo mejor para ellos y para sus hijos es intentar una sana convivencia a la distancia. Para eso se juntan –terapeuta por medio– en sesiones en las que buscan encontrar un punto de unión saludable. Es el caso de Luciana Suárez, que desde hace tres meses se encuentra todos los jueves a la tarde con Fernando, su ex, en el consultorio psicológico. “Fue muy fuerte tomar la decisión de llegar a una terapia juntos y lo hicimos porque nos lo aconsejó una perito psicológica judicial, después de ver que cada vez que pisábamos tribunales usábamos a nuestra hija como un botín de guerra –cuenta Luciana, abogada de 32 años y mamá de Emilia, de 7–. Nuestra relación siempre fue conflictiva, aun estando en pareja. Cuando llegamos a la consulta profesional, al principio no lográbamos escucharnos, y en vez de eso discutíamos más. Nos dijimos cosas horribles, lloramos, y por suerte ahora estamos logrando un trato cariñoso. No sabés cómo se nota eso en el comportamiento de la nena: dejó tener problemas de conducta en el colegio”, dice Luciana, y lamenta que sus padres no hayan hecho lo mismo con ella: “Yo tenía 8 años cuando se divorciaron y fueron tiempos de mucho sufrimiento: no se hablaban o se gritaban. Y cada vez que peleaban, nos ponían a hermana y a mí de un lado o del otro”, recuerda con tristeza.

Contigo a la distancia
Los terapeutas coinciden en que este tipo de terapia se ha extendido en el último tiempo y que hoy muchas personas se acercan voluntariamente. “Algunas parejas se acercan al consultorio antes de separarse, y luego de hacerlo siguen con el tratamiento por sus hijos. Otros lo hacen después de la separación porque se dan cuenta de que el vínculo se ha tornado insostenible –explica la licenciada María Esther De Palma, presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar–. En general, los conflictos que traen están relacionados con dificultades para ponerse de acuerdo y severos problemas de comunicación que generan malos entendidos. Además, cada uno ve la realidad desde su punto de vista y entonces es necesario que el profesional los ayude a entender la postura del otro. Cuando se acercan los ex integrantes de una pareja, lo primero que les decimos es que ellos pueden hacer lo que sea con sus vidas, pero que van a ser padres hasta que se mueran. Y entonces ellos entienden que por eso tienen que tratarse con respeto. Hay que separar lo que les pasó a ellos como pareja y explicarles que la armonía es vital para sus chicos. Si no, puede aparecer el ‘conflicto de lealtades’ o bien el ‘síndrome de Túpac Amaru’, que son esas situaciones en las que se tironea tanto al chico que virtualmente se lo descuartiza”, advierte la especialista, y aconseja: “Lo ideal es que los hijos no participen del tratamiento, salvo en algunos casos particulares en que pueda facilitar ciertos aspectos de la comunicación con chicos adolescentes, por ejemplo. Y hay que tener paciencia, porque se necesita mucho espacio y tiempo de reflexión”, explica De Palma.
Para Marcela Salazar, una psicóloga de 41 años, madre de Martín (12) y Lucía (5), la terapia con su ex nació de una decisión conjunta por mejorar la comunicación. Así comenzó a analizarse junto a Juan, con quien compartió 15 años de convivencia, de profesión y proyectos en común. “Los dos hicimos siempre análisis por separado y a la vez analizábamos en nuestros consultorios gente que se divorciaba. A partir de nuestra experiencia profesional tuvimos la inquietud de juntarnos en una terapia. En nuestro caso siempre tuvimos una gran relación, aun después de separados, pero en algún punto ambos sentíamos la necesidad de limar ciertas asperezas para no lastimar la historia que tuvimos juntos y la que vamos a tener siempre con nuestros hijos. A veces es sano encontrarse con el otro y plantear miedos, broncas, angustias, frustraciones… Para mí fue muy importante darme cuenta de qué era lo que yo generaba en él, y a la vez conocerme mejor a través de su mirada. Por suerte, los dos formamos nuevas parejas y ahora tenemos elementos para no volver a cometer los mismos errores. Y lo más importante es que aprendimos a querernos de una manera totalmente nueva”, confiesa Marcela.
Sin embargo, no todas las historias de este tipo tienen el éxito garantizado. La licenciada María Cristina Castillo, psicoanalista, docente y supervisora de Centro Dos, aclara: “No todos los encuentros de ex son buenos. Muchas veces existen más desencuentros que otra cosa. Cada pareja es singular, y entonces se juegan historias distintas y se hacen diferentes pactos. No es tan habitual que una pareja separada consulte, por más que se trate de una experiencia realmente valiosa. Por lo general, llegan a la terapia porque los manda la escuela o el juzgado, o porque sus hijos hicieron síntoma. Ahora bien: si una ex pareja toma la decisión de llegar al consultorio para mejorar la comunicación, es un punto interesante porque significa que pueden transitar, aun separados, un mismo camino junto a sus hijos. Pero eso se logra si los dos tienen la convicción de que les va a servir para algo. Claro que muchas veces hay equívocos, porque alguno de los dos (o ambos) lo toma como una excusa para ver si pueden volver a estar juntos. De todos modos, si tienen la inquietud de juntarse a charlar con ayuda terapéutica, quiere decir que les quedó algo por decir y es vital que lo hagan, porque las malas separaciones repercuten automáticamente en los chicos y los fracturan afectivamente. Uno de los errores más comunes que cometen los padres separados es hablar mal del otro frente a sus hijos y hacerlos parte de sus conflictos. Eso genera sentimientos de angustia y les hace sentir mucha culpa”, destaca la terapeuta.
Si bien los conflictos parecen ser el denominador común de toda separación, la clave de la nueva unión que supone una terapia de ex está dada por la necesidad de hacer el duelo de la manera más sana posible, y de buscar el bienestar de los chicos. “Los miembros de una pareja, con hijos o sin ellos, cuando se separan –por más que sea de común acuerdo– sufren dolor, angustia, tristeza. Atraviesan duelos por la pareja que no fue, por los problemas económicos que supone la separación, por los cambios de vivienda, etc. También cambia su estado civil y, entonces, su identidad también cambia. Por eso cada uno debe realizar ese duelo como pueda y a veces no les resulta del todo fácil aceptarlo. Entonces aparece el enojo hacia el otro, la bronca. En esos casos, no es conveniente enfrentarlos en el consultorio –aconseja la licenciada Evangelina Aronne, psicóloga, terapeuta familiar sistémica y perito psicológico–. En mi experiencia profesional, lo que surge como demanda muchas veces es un problema en los hijos. Generalmente la madre, como es quien convive con ellos, solicita ayuda psicológica, y luego de un rastreo del contexto del niño se observa que estos síntomas provienen de un mal acuerdo entre los padres, que aparecen como una necesidad del niño de que sus padres hablen de lo que hacen con él. Es aquí cuando se cita a los miembros ex parejas (ahora padres), para hacer una sesión conjunta, a la que el niño no debe asistir. En esos encuentros se trabajan los roles parentales, se les remarca que son ex y que tienen que ver cómo se pueden conducir mejor como padres, viviendo en lugares separados”, concluye Aronne

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