No me gusta dar malas noticias, ni mucho menos hablar de penas ni de castigos…y no es mi especialidad la psicología criminológica.
Pero, como creo que conocer permite cambiar las cosas, veamos que es noticia en Japón:
“Para ellos, cada día puede ser el último”
Les resumo un poco:
Actualmente hay 102 japoneses “enfermos mentales” condenados a muerte.
Amnistía Internacional condenó la práctica de Japón de ejecutar a presos con enfermedades mentales, que vulnera las normas internacionales –suscritas por Japón–según las cuales las personas con enfermedades mentales graves deben ser protegidas de la pena capital.
Pero antes que presos y enfermos mentales como los llaman, son personas que se ven obligadas a esperar su ejecución todos los días, afrontando una condena que puede cumplirse con sólo unas horas de aviso.
“Permitir que un preso viva durante un largo periodo bajo la amenaza diaria de una muerte inminente es cruel, inhumano y degradante. El trato que se impone a los presos condenados a muerte en Japón supone exponerlos a un gran riesgo de desarrollar enfermedades mentales graves”, ha dicho James Welsh, experto en Salud de Amnistía Internacional.
Amnistía Internacional halló que a los presos condenados a muerte no se les permite hablar entre sí, una restricción reforzada por el estricto régimen de aislamiento al que están sometidos. El contacto con familiares, abogados y otras personas puede estar limitado a visitas de tan sólo cinco minutos. No se les permite moverse salvo para ir al baño, y deben permanecer sentados en su celda. Además, tienen menos acceso al aire libre y la luz del sol, y más probabilidades de sufrir castigos extra por infringir las estrictas normas que se les imponen.
Reflexionemos: quienes cometen delitos, causan daños a terceros y a la sociedad tienen que ser juzgados y condenados a reparar ese daño, para la salud mental de la sociedad misma.
Pero si se los expone a condiciones inhumanas indudablemente aumentará su ansiedad y angustia siendo la misma condena que los empuja a la enfermedad mental, y luego, como consecuencia de esto, los condenan a muerte.
Seguramente hay víctimas de estas personas y una sociedad que espera una condena, pero ¿quien tiene autoridad para ejecutarlos? ¿ Son los presos enfermos mentales? ¿y si es este el caso, son víctimas de otros enfermos mentales que sostienen la ejecución como solución? Cuando mueren: ¿hay alivio en las víctimas o en los que mueren?
Me adhiero a la suspensión de estas ejecuciones, a la revisión de las condiciones de aislamiento, a la prevención y a otras formas de reparación de los daños.
Queda planteado este tema que me causa bastante indignación, más dudas que certezas y me hace pensar en nuestro país, en el sistema judicial que tenemos, en las víctimas, en la re victimización cuando no hay condenas firmes, en la reinserción social de los delincuentes.
En la humanidad toda, en los sistemas de creencias y valores, en acciones que toman nuestros dirigentes, que en lugar de condenar se puede educar, en lugar de violencia se puede generar empleos, en lugar de venganza se puede promover el perdón, la reparación y si es posible la reconciliación, en lugar de curar se puede prevenir y promover salud.
y sigo pensando … en nuestras acciones individuales y grupales…
Si quieren leer la nota completa este es el sitio de Amnistía Internacional