Queridos lectores: esta nota salió publicada el domingo 18 de septiembre de 2011 en Revista Rumbos, nro 421, que se entrega con Diario La Voz en Córdoba y distintos diarios del país.
Espero sus opiniones ¡Bienvenidas!
En tiempos de la Copa América, la mayoría de los argentinos tenemos nuestra mirada en los partidos, específicamente, en los jugadores. Cuando uno de ellos comete infracción se lo amonesta. Sumando amonestaciones queda fuera del juego. Pasando a ser espectador, frustrado, enojado, quizás adopte actitudes más reprobables que la infracción en sí y, que hasta pueden llegar a generar violencia entre sus hinchas.
Por lo tanto, el sistema escolar debería funcionar con normas diferentes a las de la cancha, y en lugar de un árbitro que separa dos equipos que compiten entre sí por “cantidad” de goles, sería óptimo poder recurrir a consejeros dentro del colegio, que reúnan a docentes, alumnos, directivos y padres como miembros del mismo equipo, por la “calidad” de la educación. Compartiendo necesidades, conocimientos, responsabilidades, sueños. Somos Individuos y Unidad. Lo que hace cada uno repercute en el resto, directa o indirectamente.
Desde hace tiempo, asistimos como sociedad, a múltiples episodios de violencia, amenazas, promesas incumplidas, castigos, aislamientos, entre los mismos alumnos, de docentes a alumnos, de padres a docentes y viceversa. Bajo estas presiones, puede haber repetición de conceptos, pero aprendizaje, asimilación, creatividad, originalidad, no pueden darse en condiciones donde predomina el temor.
Para ser más precisa, dichas normas punitivas como el castigo, como también los límites excesivamente flexibles, producen un impacto en los adolescentes contrario al deseado: rebeldía, inseguridad, falta de autonomía, intolerancia, desobediencia, revanchismo, dependencia, baja tolerancia a la frustración, manipulación, etc. “Amonestar, es como emparchar o echar más leña al fuego”.
Los jóvenes detrás de sus agresiones, están escondiendo tristeza, incertidumbre, desorientación, están pidiendo reordenamiento de valores, tener adultos a seguir y no a la inversa. Mientras los docentes, en lugar de motivados, están medicados ya que deben afrontar situaciones que exceden sus capacidades física y psíquica. Los adolescentes transitan por consultorios psicológicos, y muchos psicólogos los etiquetan. Creando un círculo vicioso de violencia en lugar de reparar los daños desde la raíz.
Como contrapartida: es posible aplicar conjuntamente, una disciplina positiva, (basada en los trabajos del doctor y psicólogo Alfred Adler al igual que del educador y psiquiatra Rudolf Dreikurs) en la cual, desde el amor y la dimensión espiritual se promueven límites claros, respeto, confianza, autonomía, teniendo como impacto: auto-control, responsabilidad, respeto, comprensión, empatía, comunicación, tolerancia, felicidad, tranquilidad, sentido de pertenencia y de integración.
De la casa al colegio, en las calles, una herramienta muy poderosa capaz de amansar fieras, es la caricia, la palabra, la escucha. Quizás tengamos que hablarles en códigos, como lo hacen ellos, escribirles con claves, usar medios audiovisuales, entrar en su cultura para comunicarnos. Intentarlo vale la pena.
Rescatemos su valor, hablemos bien de nosotros mismos, y de cuanto nos rodea, dejemos a un lado la inmediatez, el facilismo o soluciones a corto plazo, y realicemos esfuerzos, seamos perseverantes, desarrollemos y ayudemos a desarrollar potenciales, y a encontrar un propósito. Amémonos los unos a los otros.
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¡MUCHAS GRACIAS!
VEAMOS: Enseñanzas de un maestro